domingo, 1 de septiembre de 2019

MOMENTOS DE PRUEBA

Martha Morales me ha enviado este articulo para que lo colocara en el blog, espero que os guste:

El hombre es desdichado porque no sabe que es feliz. San Agustín escribió: “Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado”.  Efectivamente, la tristeza origina faltas de caridad, despierta el afán de compensaciones y permite, con frecuencia, que el alma no luche con prontitud ante las tentaciones. “La tristeza mueve a la ira y al enojo”, dice San Gregorio Magno (Moralia 1,31,31).


¿Por qué la vanidad es tan terrible? San Bernardo asegura que la vanidad derriba de lo más alto a lo más bajo, y la humildad levanta de lo más bajo a lo más alto”... Por eso, en su libro La autoestima del cristiano, Michel Esparza dice: “A la larga, el orgullo siempre resulta ser el peor de los vicios y la humildad la más importante de las virtudes” (p. 28).
El orgullo es un problema universal que no se resuelve mientras cada uno de nosotros no reconozca que está personalmente implicado en el asunto.”Si alguien quiere adquirir la humildad –afirma C.S. Lewis-, creo que puedo decirle cuál es el primer paso. El primer paso es darse cuenta de que uno es orgulloso. Y este paso no es pequeño... Si piensas que no eres vanidoso, es que eres vanidoso de verdad” (Cfr. Mero Cristianismo, p. 141).

El hombre actual se considera con todos los derechos pero sin obligaciones, y a veces desconoce que, si está bautizado, tiene un llamado a la santidad. ¿Por qué es importante hacer conciencia de la llamada recibida en el Bautismo? Porque un santo importa a Dios más que cientos o miles de tibios, por eso hemos de tener el ideal de ser santos en las ocupaciones más ordinarias de cada día. Puede dar miedo plantearse ser luchar por ser santos porque se sabe que los santos han pasado por pruebas de todo tipo, y paradójicamente, a pesar del dolor han vivido con alegría.

San Pablo nos dice: Luchamos en medio de la honra y de la deshonra, en calumnia y en buena fama; como impostores siendo veraces; como desconocidos siendo bien conocidos; como moribundos, y ya veis que vivimos; como castigados, pero no muertos; como tristes pero siempre alegres; como pobres pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyéndolo todo (2ª Corintios 6, 8-10). Y añade: “La leve tribulación de un instante se convierte para nosotros, incomparablemente, en una gloria eterna y consistente” (2ª Cor 4, 17).

San Pedro también comparte su experiencia cuando escribe: “No se sorprendan del fuego de persecución que ha surgido que ha prendido por ahí para ponerlos a prueba, como si les sobreviniera algo nunca visto. Al contrario, alégrense de compartir ahora los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, el júbilo de ustedes sea desbordante” (1ª Carta, 4, 7-14).

Muchos deseamos atraer la benevolencia divina ¿pero cómo? El Papa Benedicto XVI dice: “Toda prueba aceptada con resignación es meritoria y atrae la benevolencia divina sobre la humanidad entera” (Mensaje para la 14ª Jornada mundial del enfermo, 11-II-2006). Ahora bien, hay que pedir al Espíritu Santo saber discernir “entre la prueba, que nos hace crecer en el bien, y la tentación, que conduce al pecado y a la muerte” (CCEC, n. 596).
Los primeros cristianos pasaron por muchas pruebas: de incomprensión, persecución, maledicencias..., y las llevaron con alegría porque se acordaban de que Jesús dijo: “Bienaventurados cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes” (Mateo 5, 11-12).

Se trata entonces, de edificar nuestra vida sobre cimientos sólidos, para no ser arrebatados cuando brame el vendaval o las olas furiosas del enemigo. Por eso Jesús dijo: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca” (Mateo 7, 24-25).

El dolor es una flecha que apunta a Dios, pero a veces apunta a la desesperación; la voluntad se subleva. El dolor subraya el tema de la limitación. Hay situaciones en que el corazón humano se queda demasiado pequeño, necesitamos pedir el amor de Dios para amar. Dios es cariño concreto, contante y sonante.
Cuando se sufre una grave injusticia o una incomprensión hay que saber que el Señor lo ha permitido para nuestro bien indudablemente. El hombre de fe sabe que su vida no puede depender de las reacciones de los demás o de su aceptación. Sabe que –como Newman-, cuanto más dones se tienen, más riesgos se corren.
Los periodos difíciles son los mejores para atestiguar el valor de las virtudes. Hay que contar con que la Cruz es la regla, no la excepción.

La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.
(Carta apostólica Porta fidei del Sumo Pontífice Benedicto XVI, n. 15)

Martha Morales
http://amorynoviazgo.wordpress.com/


1 comentario:

  1. Lo que me manifiesta el artículo una vez leído, es que hemos de estar muy atentos en todo momento de lo que hacemos, si crecemos en la fe de Jesucristo, a través de todas las disposiciones que nos ofrece la Iglesia Catolica, cada vez seremos mas perfectos, osea Santos, perseguir la santidad es una obligación para el católico. Lo de todo momento y a cada instante, lo digo porque es muy fácil relajarnos y dejarnos llevar por el ego que tenemos dentro. Después hemos de tener conceptos claros, enseñanza de Jesus y la Iglesia, profundizar y reflexionar sobre el magisterio del catolicismo, la voluntad de Dios, la Virgen María, Jesucristo y el Espiritu Santo son el fundamento de nuestro ansiado crecimiento. Nuestra voluntad a de estar siempre en guardia para guardar los preceptos de Jesus, esto junto al amor es el motor de la santidad.
    Juan 14, 15 Si me amáis, guardareis mis mandamientos.

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